Los brutos es una obra literaria, con múltiples historias dentro de la historia, una batería de ficciones interpretadas por unos pocos actores que dan vida a distintos personajes. Algunas son tristes, muchas otras cómicas. Todas persiguen lo mismo: buscar lo excepcional en lo real y protegerlo, así, del paso del tiempo, de la desaparición.
“Violento, rudo, carente de miramiento y civilidad”: esa es la definición de “bruto” que da la RAE. Y así es, de alguna manera, el mundo de Nito: el barrio donde vive, la gente que le rodea. Por eso, su entrada en la escuela de cine para estudiar guion, le lleva a dar un salto hacia otra vida: artística, sofisticada.
Esta es la historia de ese tránsito y de lo que Nito deja atrás por el camino: su mejor amigo, su novia, su familia. La escritura es lo que provoca la pérdida y, a la vez, lo único que quizá pueda mantener todo aquello vivo, aunque sea en la ficción.
Los sueños de los perros, según un estudio reciente, tratan sobre dos ideas recurrentes: el encuentro con otros perros en sus paseos diarios, y la pesadilla de que su dueño desaparezca, dejándolos solos. Es decir, la imaginación, en los perros, en mi amigo y en cualquiera, actúa sobre la realidad que conocemos. Y la realidad de Isra –lo supe luego- era lo bastante difícil como para que le fuera imposible imaginar un futuro muy distinto a aquello que le rodeaba.